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Asentada en la cima de un precipicio, con el caudal del río fluyendo bajo sus pies, Alhama de Granada pierde su origen en la noche de los tiempos. Sus calles estrechas y empinadas, sus edificios repletos de historia y los dos grandes tajos que la protegen cuentan en silencio los secretos de las civilizaciones que habitaron el lugar. Pero hay una huella imborrable que se hace presente en cada uno de sus rincones: la belleza espiritual de la cultura musulmana que conquista no sólo sus principales construcciones sino también la procedencia de su nombre Al-Hamman (fuente de agua caliente o baños termales).

Para conocer las costumbres, la geografía y el arte de esta localidad, hay que adentrarse poco a poco en las raíces de su historia. La primera parada del viajero se sitúa frente al puente romano, construido en época de Octavio Augusto en el siglo I a.C que da la bienvenida a la ciudad. Hay que recorrer todavía algunos kilómetros en coche para llegar al centro de Alhama.

La tranquilidad y el sosiego invaden el recorrido por la historia más antigua del pueblo. A la izquierda del Ayuntamiento una calle estrecha conduce hasta el monumento más emblemático del municipio: la Iglesia mayor de Santa María de la Encarnación, una construcción del siglo XV que los Reyes Católicos mandaron construir sobre los cimientos de la antigua mezquita mayor. "Este grandioso templo es de estilo gótico tardío y guarda en su interior una interesante colección de pinturas, esculturas y orfebrería realizadas entre los siglos XVII y XVIII".

La calle donde reside la iglesia de la Encarnación finaliza en la Plaza de Los Presos, centro social y comercial del pueblo en época musulmana, en la que el viajero puede contemplar el edificio de la antigua cárcel, levantada en tiempos de Carlos II, y El Pósito que, construido sobre el solar de una antigua sinagoga, jugó un importantísimo papel en la economía local.

Para proseguir la aventura por los rincones secretos de Al-Hamman, es indispensable pararse en la fuente del siglo XV que preside la Plaza de Los Presos, donde el visitante podrá saciar la sed y recuperar las fuerzas, para llegar unos minutos más tarde hasta el Hospital de la Reina.

Este edificio, construido en el siglo XV, fue el primer Hospital de Sangre del Reino de Granada. Actualmente alberga la biblioteca municipal y en sus arcas se guardan los libros de privilegios de la antigua ciudad.

Tras hojear las letras impresas en los cuadernos más antiguos del pueblo, el viajero se adentra en la calle Wamba. A la izquierda se levanta el Caño Wamba, que muestra en su parte superior los escudos de armas de los Reyes Católicos y del Emperador Carlos I. Durante años, esta fuente fue la encargada de abastecer a todo el municipio.

La visita por la parte más antigua de Alhama está a punto de concluir, pero antes hay que detenerse en otro de los edificios más significativos de la localidad: la Iglesia Conventual de la Inmaculada, construida en el siglo XVII y habitada actualmente por una comunidad de monjas clarisas. La Iglesia de las Angustias, la Ermita de los Remedios y las Escaleras del Diablo, son las tres últimas paradas de este peculiar viaje por la historia, aunque el paseo por Alhama aún no ha terminado.

El siguiente destino es el Camino de los Ángeles, un sendero que lleva al viajero hasta el corazón de Los Tajos. Quedan atrás las calles y los edificios para dar paso a la riqueza natural del pueblo. Integrados en el Parque Natural de las Sierras Tejeda, Almijara y Alhama, los llamados Tajos de Alhama ofrecen un paisaje idílico que alterna el ramaje de las alamedas con la melodía suave del río.

En él habitan grandes águilas como la real, la perdicera, la calzada y la culebrera; y otras rapaces como el halcón peregrino y el azor. Pero el animal más conocido en estos parajes es la cabra montés que tras muchos años en peligro de extinción ha vuelto mantener una población estable.

La ruta continúa por un pequeño sendero hasta llegar a la Ermita de los Ángeles donde se cobija la virgen, que según cuenta la leyenda, salvó a un noble caballero de morir tras caer por el precipicio de Los Tajos.

El sol apunta la llegada del mediodía y el cansancio conduce al viajero al final de su excursión. Pero antes de abandonar Alhama, es obligatorio degustar algunos de sus platos típicos. Para ello, habrá que dirigirse a uno de los restaurantes más conocidos de la localidad: La Hospedería El Ventorro. Situado a 3 kilómetros del pueblo, junto a la presa del río, en él se pueden comer platos como la ‘olla jameña’, las migas cortijeras, el lomo de orza o los torreznos, y saborear los dulces elaborados por las hermanas clarisas.

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